Ansiedad en adolescentes: Cuándo mi hijo tiene ansiedad

Según la Organización Mundial de la Salud, la ansiedad es uno de los motivos de consulta más comunes para acudir a la consulta de un psicólogo. Hay que destacar que el 13% de las personas que sufren ansiedad son adolescentes. Debido a esto, la psicología ha decidido dedicar gran parte del tiempo a profundizar en el estudio de este colectivo.

Investigando desde un punto de vista más holístico, podríamos encontrarnos con que el exceso de ansiedad aparece por motivos genéticos, cognitivos, conductuales o incluso contextuales. Teniendo en cuenta este origen multicausal, no podríamos contentarnos solo con investigar una parte, pero sí que podemos empezar a trabajar desde cualquiera de ellas como, por ejemplo, el contexto.

El contexto es algo que, quien tiene hijos, ha intentado ir modificando según han ido creciendo. Para facilitar la adaptación de estos al medio, se pone énfasis en eliminar los objetos puntiagudos y tapar los enchufes. En un principio, podemos creer que somos unos padres protectores, pero muchas veces se olvida transmitir a los hijos el mensaje de que sus padres van a estar ahí para ayudarlos y escucharlos siempre que lo necesiten.

Se piensa que el castigo es parte del aprendizaje, por lo tanto, no se duda en aplicarlo cuando se ha cometido una mala acción. El problema es que un castigo mal aplicado puede hacer que un adolescente pierda la confianza en sus padres y éste termine buscando apoyo y comprensión en un entorno diferente al familiar. Debemos saber que cuando se va entrando en la pubertad, el entorno familiar puede perder autoridad para el adolescente. Los padres dejan de ser las figuras de referencia y, al mismo tiempo, los jóvenes van buscando una nueva identidad influenciada por su entorno social. El hecho de sentirse incomprendidos en su propia casa puede ser una fuente de ansiedad.

El adolescente tiene que ver y saber que sus padres siempre van a estar disponibles como punto de apoyo. Deben mostrarse como salvavidas. Explicarles que pueden ir, explorar, acertar y continuar o equivocarse y regresar. Es en estos casos en los que los padres deben estar ahí para apoyarles y recordarles que equivocarse es normal, que todos se equivocaron alguna vez y que lo importante es rectificar y aprender de los errores. No olvidar que todo esto hay que hacerlo desde el encuadre pedagógico y no desde las malas formas o castigos. Así, el adolescente recurrirá con más confianza a sus padres porque podrá ver que esto no conlleva gritos y represalias.

Una causa muy común por la que un adolescente pueda sufrir ansiedad es el miedo a que los demás no confíen en él. Un ambiente familiar repleto de reglas rígidas e inflexibles pueden hacerle pensar que los padres no van a aceptar los errores cometidos y, por consiguiente, el adolescente no contará con ellos para afrontar los problemas en los que se pueda ver envuelto. Esto puede aumentar los niveles de incertidumbre, frustración y, con ello, también aumentará el nivel de ansiedad. Por eso es conveniente ir modificando las reglas a medida que el adolescente vaya creciendo. Hay que mostrarse flexibles y adaptar las viejas reglas a la nueva personalidad que se está creando. Esto dará al adolescente la sensación de que se confía en él, haciéndolo sentir más responsable y aumentando así su nivel de autoestima y confianza en sí mismo.

¿Son eficaces los castigos en los adolescentes?

¿Quiere decir esto que el castigo no es eficaz? Hay normas que no deben dejar de cumplirse por mucho que alguien crezca, cambie o se encuentre a sí mismo. Este tipo de normas pueden ser las de convivencia, respeto y cooperación en el hogar. Un castigo puede ser impuesto cuando las normas básicas no se cumplan. Todo castigo debe ser proporcional a la regla rota, no basarse en la agresión física o verbal y siempre debe haber una explicación del motivo o causas por las que se impone el castigo. Esto puede ayudar al adolescente a entender la situación y darle la sensación de control para no volver a tropezar en la misma piedra en futuras ocasiones.

Quizá no podamos controlar las burlas que reciben o las travesuras que hacen, pero sí podemos demostrarles que estaremos ahí para escucharlos sin juzgar. Se pude demostrar que seremos una ayuda a la hora de resolver dudas y gestionar dificultades y qué juntos aprenderemos a elegir la mejor solución para los problemas del futuro. Al fin y al cabo, todos hemos sido adolescentes en algún momento de nuestra vida.

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