CÓMO VIVIR CON TOC: Trastorno Obsesivo Compulsivo (2ªParte)

Pieza de ajedrez enfrente de un laberinto

Dejé el psicoanálisis y busqué otras terapias. Una amiga había obtenido buenos resultados con un sofrólogo que además era especialista en PNL, la Programación Neuro Lingüística. Fui a una consulta olorosa a incienso y con una decoración medidamente esotérica.

Dibujo de una persona, el psicólogo, mirando con lupa lo que parece ser el pensamiento de la otra

            Experimenté una clara mejoría en pocos meses. Es fácil pensar que el artífice fue el terapeuta, Pepe, tal como lo conocíamos los pacientes. Y en buena medida lo facilitó, pero no recuerdo haber aprendido en su consulta el arma definitiva contra las obsesiones. Me enseñó muchas herramientas, pero al centrar el foco en la propia obsesión, no lograban su objetivo. No, la verdad es que entraron en juego más variables.

Por aquel tiempo yo ya había puesto nombre a lo que me ocurría, Trastorno Obsesivo Compulsivo, y con internet al alcance tenía acceso a una información indiscriminada. Leía cuanto podía sobre terapias, adelantos, fármacos. Así comprendí que la terapia más efectiva con el TOC era la Exposición con Prevención de Respuesta (terapia cognitivo-conductual (TCC) es el tipo de tratamiento que ha demostrado ser más efectivo).

            No tengo una idea clara de cuándo se produjo el punto de inflexión. O quizá sí, aunque no sabría ponerle fecha. Creo que fue una tarde agradable en que estaba con mi novia en un paraje bonito, el Desierto de las Palmas, pero mi interior era un ciclón virulento, un huracán de rumiaciones incesantes, y harto de todo, acepté profunda y sinceramente que yo nunca iba a ser feliz, pero podía utilizar mi vida para que otros sí lo fueran.

            También cambió mi forma de enfrentarme a las obsesiones. La compulsión de los obsesivos puros es tratar de parar las obsesiones, cosa que es imposible. Las obsesiones no se pueden detener, pero se pueden dejar morir lentamente. Si en lugar de intentar evitarlas te expones a ellas, dejas que te atraviesen como si fueses aire, las obsesiones acaban muriendo de inanición. Y la lógica es aplastante: cada obsesión que superas así te hace más fuerte para recibir la siguiente, te va inmunizando como una vacuna. Diez crisis te harán más fuerte que cinco, y veinte más que diez. Y así, esa lógica de retroalimentación, ese bucle demencial de pensamientos, que antes te llevaba a las crisis más agudas, ahora lo has empleado para superar el problema.

  Con estas tres ideas superé las obsesiones:

  1. No importa lo que yo piense o sienta, importa lo que sientan los demás gracias a mi vida. Y por extensión: no intentes pacificar tu mente para mejorar tu vida, intenta mejorar tu vida y tu mente se acabará pacificando sola.
  2. Nunca te enfrentes a tus obsesiones, sólo exponte a ellas y si puedes intensifícalas, cuánto más sufras ahora más fuerte serás en el futuro.
  3. Cada nueva crisis más te fortalecerá, para eso sirven. Es de una lógica aplastante, a más crisis con exposición más fuerte te haces.        

Y así superé las obsesiones. Fue la mayor victoria que he tenido frente al TOC porque había un método, una lógica, mi propia voluntad y unos resultados. En cuanto a Pepe, el sofrólogo y programador neuro lingüístico, por supuesto que tuvo un papel clave. Aunque algunas ideas tenían eco en sus palabra, como la imagen de que las obsesiones son como nubes que van pasando empujadas por el viento, hizo lo que mejor sabe hacer: sembrar optimismo. Una vez leí que los resultados no dependen tanto de la psicoterapia que se utilice como del terapeuta.

Hay terapeutas que simplemente son buenos, hagan exposición con prevención de respuesta o te limpien los chacras con guano de condor andino. Con la intervención de Pepe, el optimismo y la fortaleza que me insufló, mi mente fue tierra abonada para encontrar por mi mismo el camino para salir de las obsesiones.

            A partir de ese momento pasé seis años de liberación. Y si bien, en algún momento aparecían nubarrones, nunca hubo verdaderas crisis. Sabía solventarlas y de sentirme desgraciado por ser obsesivo compulsivo y envidiar a quienes no lo son, había pasado a sentirme más afortunado que los demás por ser TOC y haber superado las obsesiones. Era una sensación rayana en la euforia en ocasiones.

Grupo de amigos brindando

            Fue durante ese largo periodo de liberación que logré conjurar la maldición del 14 de agosto. En aquella fecha había presenciado el suicidio que me precipitó a la madre de todas mis crisis obsesivas, y en esa misma fecha, trece años después, hice realidad el sueño de mi vida: aterricé en el país con el que llevaba más de una década soñando y lo recorrí de punta a punta, conviviendo con la familia de un diplomático local. Y no hubo sombra de obsesiones, como tantas veces había temido. Realmente había superado el TOC.

EL TERCER FACTOR EN MI TRATAMIENTO DEL TOC

Pero hay una variable con la que no contaba. Los especialistas saben bien que las vicisitudes de la vida, los disgustos, las experiencias negativas y estresantes pueden desencadenar las crisis obsesivas. En mi caso viví la tormenta perfecta: la crisis financiera de 2008/2010 me golpeó con fuerza. Pasé tres años en el paro y, en plena brecha, murió de manera súbita uno de mis hermanos. Fue el año de mi matrimonio que, como todo lo bueno que me ha pasado en la última década, ha ocurrido en medio de una lluvia de metralla de la vida.

            Lo curioso es que, como yo no podía tener obsesiones porque mi sistema funcionaba a la perfección,  empecé  a tener síntomas neurológicos: parestesias, dolores, adormecimientos de músculos, incluso pérdidas parciales de visión.

Mujer angustiada por el malestar que le provoca la ansiedad. Se tapa la cara con las manos mientras un montón siente mucha ansiedad

Como resultado, empecé a preocuparme por aquellos síntomas. Cuanto más leía más me parecía aquello el inicio de una esclerosis múltiple, y el médico tampoco lo desmentía mientras no se descartara con pruebas. Y lo que creía que era cosa del pasado, las obsesiones, había vuelto con fuerza a mi vida. Tardé en darme cuenta de que lo que estaba experimentando era una nueva obsesión hipocondríaca, alimentada por los síntomas neurológicos. Cuánto más me preocupaba más intensos eran los síntomas, con lo que de nuevo se producía la retroalimentación. Paralelamente, fueron aflorando las viejas obsesiones, y esta vez no las pude derrotar como antes.

            Entonces entró en juego un factor que siempre había existido y que, asombrosamente, nunca había probado: la medicación.

            No voy a citar nombres de medicamentos para no predisponer a nadie. El primero que probé, un conocido ISRS (Inhibidor de la recaptación de la serotonina) no me hacía efecto perceptible, pero aplicando mi sistema, los tres puntos antes enumerados, lograba superar mis obsesiones, aunque siempre quedaba “ruido de fondo” una sensación latente que nunca pasaba a mayores.

            Durante ese tiempo encontré trabajo y llevo ya en él casi ocho años, pero el ambiente es malo, mi situación es difícil y estresante, soy consciente y lo son mis compañeros de que estoy en el lugar equivocado. Intenté emprender para tomar el control de mi propio destino, pero mi proyecto fracasó y me dejó deudas.

            Respecto a la medicación, un par de veces intenté dejármela, creyendo que podía controlar mis obsesiones como antes, pero estas regresaban con fuerza. Mi experiencia es que una vez pruebas medicación ya no hay marcha atrás, no se puede dejar, aunque tampoco genera tolerancia como la mayoría de las drogas ilegales (tolerancia significa que tu cuerpo te pide una cantidad cada vez mayor para lograr los mismos efectos).

            Una vez se probó a retirarme la medicación durante un verano entero. Con mis métodos lograba mantener una vida normal a los ojos de los demás, sin que nadie notara que mi interior era un infierno. Pero nada más que eso.

            Cuando al final del verano se me planteó volver a medicarme se hizo con otro compuesto,  un antidepresivo tricíclico. En el fondo fui yo quien lo sugirió, pues lo había visto funcionar muy bien en mi mujer (¿no os había dicho que me casé con una TOC?, almas gemelas en el infierno).

Era un compuesto muy antiguo, empleado desde los años 60. pero muy eficaz. Con él descubrí un mundo nuevo, se podían reducir las obsesiones de manera química, sin intervenir yo de ningún modo. No desaparecen de un día para otro, pero tu mente funciona de forma distinta a cómo lo hacía antes, y si haces bien las cosas sólo es cuestión de tiempo que desaparezcan.

Hace ya tres años que tomo esta medicación, pero la vida no ha mejorado ni en lo económico ni en lo laboral. Sigo en el mismo trabajo, pluriempleado para poder pagar las deudas y sólo alcanzo a pagar la mitad de las facturas. Solamente la ayuda familiar me evita recurrir al banco de alimentos, como tantas y tantas familias españolas han tenido que hacer por segunda vez en una misma década.

            No soy feliz, pero tampoco soy obsesivo. Es como si mi mente fuera otra. Nunca hubiera imaginado que realmente un compuesto químico cambiara el funcionamiento de una mente. La teoría estaba sobre el papel o escrita en internet, pero hasta que no lo probé en mi propia mente no podía dar crédito. Y si algún día recaigo, podré aplicar todo lo que he aprendido o me podrán subir la medicación.   

            Claro, tomar antidepresivos nunca es gratis para el organismo, nunca es inocuo. Pero si pesas en una balanza las obsesiones contra los efectos secundarios permanentes, no hay color. La calidad de vida que te brinda vivr sin obsesiones, por sólo tomarte una minúscula pastillita antes de dormir, no tiene parangón.

REFLEXIÓN

Ya se lo que estás pensando. Me tomo una pastillita diaria y adiós a las obsesiones. Pero lamento decirte que no funciona así. Tu mente ha aprendido a obsesionarse, ha interiorizado unos esquemas de funcionamiento que una pastillita no te hará olvidar. Esa fijación con encontrar certezas absolutas no existen, y desde luego, una pastillita no lo va a cambiar. Eso lo tienes que trabajar tú, es tu propio reto personal, y con la ayuda de un buen terapeuta el camino se te hará mucho más corto.

Un buen psicólogo puede orientarte, enseñarte técnicas, exponerte cogido de la mano, manejar los tiempos de cada cosa, fijarte objetivos… yo no tuve la adecuada orientación y tardé una década en aprender. 

No olvides lo siguiente:

-No veo fácil superar las obsesiones sólo con medicación,  si no has aprendido nada sobre su funcionamiento.

-Yo mismo las superé sin medicación durante 6 años, hasta que los disgustos de la vida volvieron a despertarlas.

-La evidencia disponible sostiene que los mejores resultados se obtienen con terapia de exposición acompañada por fármacos anti obsesivos. 

EL ÚLTIMO RETO

Ahora me aguarda otro reto: mi hija. El TOC es hereditario, y siendo nosotros un matrimonio obsesivo compulsivo, atar cabos es muy fácil. A sus seis añitos me aventaja en siete u ocho en la carrera de las obsesiones, vamos, está obsesionada al mismo nivel que yo lo estaba con siete u ocho años más. Es un volcán que un día erupcionará y hemos de estar preparados para ello.

Familia feliz andando con su hija de la mano

Quién mejor que dos padres obsesivos para guiarla por este difícil camino, pero lo cierto es que nos falta vocabulario; el lenguaje carece de terminología específica para comunicar y describir estas sensaciones, sobre todo a una personita de seis años. Si ya es largo el aprendizaje para los adultos, es todo un reto para nosotros, sus padres, enseñarle a evitar los sufrimientos y llegar a medicarla lo más tarde posible. Autor: Seguidor anónimo

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